Intentando encontrar la relación entre la Biodescodificación, la Psicología, la PNL, el Transgeneracional y muchas otras terapias, técnicas y metodologías para encontrar “la sanación”, la salud y la paz, sin duda nos toparemos más tarde que temprano con un concepto llamado “nuestro niño interior”.
Hay muchísima gente que habla de ello, autores que han hecho fortunas dedicándose a ello, como si se tratara de una moda.
Muchas personas comentan que quieren sanar a su niño interior, que deben trabajar con su niño interior o que no han podido recuperar a su niño interior. Y sucede que, aparentemente, como adultos, hemos sido programados para olvidarlo, para abandonarlo, para ocultarlo.
El niño interior no es más que esa parte emocional nuestra que es optimista, amorosa, alegre, con mucha energía, con ilusiones, con creatividad, libre de limitaciones.
Pero analizando todo esto desde una aparente realidad, no todos los niños tienen una infancia feliz o tranquila. No todos los niños son amorosos ni optimistas, no. Eso también es parte de lo que nos “quieren hacer creer”.
En la humanidad actual es una creencia también, el pensar y creer fervientemente que ser niño equivale a ser feliz. Es una creencia más.
Hay niños enfermos, niños que nacen con alguna deficiencia, niños que nacen para ser regalados, vendidos, abandonados y maltratados. Niños que nacen para obtener de ellos algún órgano, es la verdad.
Por lo tanto, ese famoso “niño interior”, si nos detenemos a analizarlo objetivamente, no es realmente volver a “nuestra infancia” feliz y pacífica, no. Incluso, ese “niño interior” no es el niño o la niña que yo debí ser. Porque ninguna persona adulta que como niño o niña hayan vivido desgracias, dolor y rechazo quisiera volver a ello ni loco, ni pueden cambiar lo que les tocó vivir.
El niño interior por lo tanto, ha sido mal entendido y mal aplicado. El niño interior no es “lo que éramos” de niños, ni lo que “no vivimos de niños”, que quede esto muy claro.
Porque sanar a nuestro niño interior, no es volver al pasado a perdonar, a olvidar o a soltar a nadie. No es aceptar que “teníamos que pasar por esa difícil infancia” que vivir ciertas cosas en nuestra infancia para ahora además, agradecerlo. No.
El niño interior se refiere a nuestra esencia como seres energéticos y amorosos. Como seres de luz, como seres universales.
El niño interior, es nuestra verdad pacifista, cooperativa, sin nacionalidad, sin raza y en equidad.
Es volver a nuestra esencia divina de amor.
Y créanme, que “sanar” eso, cuesta mucho más que perdonar un pasado, una infancia desgraciada. Porque al niño interior no hay que sanarlo, hay que “encontrarlo”. Lo hemos perdido, nos hemos perdido.
Yéndonos más allá, mucho más allá de una vida cotidiana, comencemos por saber que ningún niño es “inocente”. Como seres energéticos que venimos una y otra vez a la Tierra a aprender y a evolucionar como almas, sabemos pero hemos olvidado, que nosotros mismos hemos elegido a nuestras familias, nuestras desgracias y sufrimientos, incluso, hemos visto ya nuestra muerte física. Nadie como “alma” en el cuerpo físico de “un niño”, viene “limpio”. Todos traemos nuestras historias y caminos encima, pero claro, no lo recordamos. Porque de recordarlo, sufriríamos más de lo debido añorando lo que en realidad somos.
Si nos limitamos a “creer”, que sanar al niño interior, es perdonar a nuestros padres por no habernos abrazado cuando éramos chiquitos, bien, de acuerdo. No nos perjudica y puede resolver muchos de nuestros conflictos emocionales presentes. Pero no es eso.
Sanar a nuestro niño interior, consiste en entender que esa falta de abrazos es lo que yo elegí para crecer en ésta vida, para hacerme más fuerte, para eliminar apegos, etc.
Y es difícil, sí.
¿Han visto por la calle, alguna vez, ese tipo de niños que les provoca a ustedes decir algo como “esa niña tiene una mirada como de viejita”, “ese niño pareciera un alma vieja”, esa niña habla como si tuviera una gran sabiduría?
Esa es la esencia con la que venimos, llena de experiencias, llena de aprendizajes, totalmente saturada de vivencias varias y para nada, contiene inocencia. Incluso, muchas almas encarnadas en “nuevos niños”, bebés, vienen llenas de maldad, de odio, de rencor, porque esa es la vida y el traje, que esas almas o energías, eligieron para llegar a éste planeta a aprender, a crecer.
Dejemos de pensar que “ser niños” es “ser felices” y que ser adultos, es una maldición, porque no es así de ninguna manera.
Todos los seres humanos, formamos parte de un todo, cada uno con un “traje” diferente (cuerpo físico), cada uno con un camino diferente y cada uno con un aprendizaje diferente.
De este modo, “querer sanar a mi niño interior” desde “yo soy mejor que el otro”, está mal.
Quererlo sanar desde “yo no puedo vivir sin ese hombre o esa mujer”, está mal.
Quererlo sanar desde “yo soy mexicano y ningún país es mejor”, está mal.
Quererlo sanar desde “necesito tener más dinero”, está mal.
Porque lo que realmente significa sanar a nuestro niño interior, consiste en ir mucho más allá de cualquier terapia, mucho más allá de cualquier curso o seminario, mucho más allá de buscar una sanación. Se trata de comprender nuestra verdadera esencia.
Qué más da que yo perdone a mis padres por no haberme abrazado si grito cuando alguien se mete en la fila, jamás saludo a mi vecino y le guardo rencor a mi ex novio.
¿Comprenden de qué va?
Sanar al niño interior es sanarme yo como esencia, para ver a todos los que me rodean como compañeros de viaje y aprendizaje. Como maestros de grandes lecciones. Y, con todo esto, sanar todos juntos, elevarnos todos juntos y crecer energéticamente todos juntos. Dejar el egoísmo, el patriotismo, los apegos, para volverme y sentirme parte del todo.
O qué, ¿quiero sanar a mi niño interior, pero continuar con mi mal genio, mi pesimismo, mis achaques, mis quejas, mis apegos y viviendo en la superficialidad?
Sanar a nuestro niño interior, consiste ni más ni menos, que llegar al punto en el podamos decir, puedo morir hoy tranquilamente, porque no necesito nada, porque estoy en paz con todos y todo, porque acepto la vida con todo lo que ha sido, porque estoy en paz.
Es entender que si bien sirven las “terapias alternativas”, las metodologías, los tratamientos, los cursos y los seminarios, tan sólo son elementos que nos permitirán sobrellevar mejor nuestro paso temporal por éste mundo. Y que lo primero que yo, como energía debo entender y saber, es que debo permanecer como observador, disfrutar de mi vida tal como es, porque a eso vine. Aceptar lo que la vida me presenta y dormir tranquilo. Y todo eso, requiere de mi enfoque, de mi búsqueda de paz, de alejarme de todo aquello que pueda ser tóxico para mí. Dejar de querer que los demás sanen a mi ritmo o aprendan lo mismo que yo. Porque en la medida en que yo pacifique mi esencia, en la medida en que yo vibre en positivo, en esa medida vibrarán los demás.
Recordemos que éste mundo es cuántico. Todo lo que emitimos se regresa, rebota en los demás. Si yo vivo en el dolor, en el rencor, en la incapacidad para aceptar o perdonar, si yo vivo en juicio a los demás, en el capricho, en la obsesión, en la vanidad. En esa misma medida viviremos carencia, desamor, tristeza y soledad.
Así las cosas….
Akasha Sanación Integral
Elizabeth Romero Sánchez y Edgar Romero Franco.