Es bastante habitual que durante los días de internación luego del nacimiento, muchos padres soliciten que, por una u otra razón, a sus bebés se les suministre algún biberón de fórmula. En general, situaciones relacionadas con episodios de llanto del bebé (que se asocian directa y únicamente con hambre), o grietas en los pezones que hacen muy doloroso el amamantamiento, o la presencia de calostro que, al presentarse en un pequeño volumen, le hace pensar a la madre que su leche es insuficiente y su bebé se queda con hambre, son los principales motivadores para solicitar ese biberón. Y muchas veces este pedido no es cuestionado ni rechazado por el personal de salud de los hospitales que, para evitarse un dolor de cabeza y no tener que lidiar con una madre desesperada, acceden a proveer el ansiado “salvavidas”.
Ya de regreso en casa, es posible que la lactancia comience a funcionar mejor, que la madre ya sienta los síntomas de la bajada (o subida) de la leche que suele ocurrir entre el tercer y quinto día postparto, que con algo de ayuda haya logrado corregir la postura o el agarre de su bebé que antes le había ocasionado una grieta, y que las cosas empiecen a marchar como lo habían esperado. Y aquel biberón de los primeros días quedará en el olvido, como una “ayuda” que no podría haber causado ningún problema, sino todo lo contrario. ¿Pero será realmente así?
Marsha Walker, enfermera titulada (RN) y consultora internacional certificada de lactancia (IBCLC), escribió un artículo llamado “Just One Bottle Won’t Hurt… or Will It?” (que se traduciría como "Un único biberón de fórmula no causará ningún daño… ¿o sí?”), en el que realiza un análisis de los riesgos que potencialmente representa ese único biberón en un bebé recién nacido. Allí explica que los bebés nacen con el intestino estructural y funcionalmente inmaduro. La pared intestinal posee pequeños intersticios que toman varias semanas en madurar y cerrarse y, hasta entonces, representan una puerta de entrada para ciertas proteínas enteras y agentes patógenos. Mientras esos intersticios están abiertos, existen mayores riesgos de infecciones como la Enterocolitis Necrotizante, enfermedades diarreicas y alergias en el recién nacido. Es por ello que, sabiamente, la naturaleza dotó al calostro y a la leche materna de una proteína específica, la IgA secretora, una inmunoglobulina que recubre los intestinos, proporcionando la inmunidad necesaria durante ese tiempo en que estas pequeñas aberturas del intestino aún no se han cerrado. La IgA secretora es un antígeno específico: son anticuerpos capaces de reconocer y unirse a los patógenos para los cuales están dirigidos, y así poder destruirlos.
Cuando se administran suplementos de fórmula a los bebés recién nacidos alimentados con leche materna, así sean pequeñas cantidades (tan sólo un biberón en 24 horas), se producen cambios en los patrones de la flora intestinal, pasando de tener predominantemente bifidobacteria (que protege al recién nacido contra infecciones gastointestinales) a tener una mayor presencia de enterococo, haciéndola casi indistinguible de la flora de un adulto. Tomaría entre 2 y 4 semanas de alimentación con lactancia materna exclusiva para que el intestino vuelva a un estado que favorezca la flora Gram positiva.
Algunos bebés pueden presentar sensibilidad a la proteína de la leche de vaca por la sola ingesta de un único biberón de fórmula. Y en los niños que, además, tienen una mayor predispoción por herencia familiar, la exposición temprana a las proteínas de leche de vaca puede aumentar el riesgo a desarrollar Diabetes Mellitus. Evitar esta proteína durante los primeros meses de vida puede reducir el desarrollo posterior de esta enfermedad o retrasar su aparición en individuos susceptibles.
Por eso, al menos que sea bajo estricta indicación médica justificada, no es conveniente suministrar otra leche que no sea materna a un bebé recién nacido. Entender que esto no es inocuo, que no da lo mismo, quizás ayude a muchas familias a pensarlo dos veces antes de pedir un suplemento de fórmula que no es realmente necesario y a exigir que si el bebé pasa algún tiempo en la sala de neonatos separado de su madre por las razones que sean, el personal a cargo no le suministre ningún tipo de complemento, respetando el deseo de la familia de que su bebé sea alimentado exclusivamente con calostro y leche materna.
Aquí el artículo completo y las correspondientes referencias médicas: http://www.health-e-learning.com/articles/JustOneBottle.pdf
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