ESCUCHAR EL SILENCIO DE LA NOCHE FRÍA: AGUARDAR SU LLEGADA.
Era una fría noche de febrero, noche congelada en la que reinaba un silencio nostálgico, la ciudad inquietante aguardaba la llegada de alguna nueva esperanza... la necesitaban. Se podía sentir claramente en el aire un delicado manto de humedad y brillo que cubría con gesto maternal a todos aquellos que se atrevían a quedarse despiertos.
El viento comenzó a arrullar, con un suave soplo hacía mover todas y cada una de las esmeraldas hojas que colgaban de los sauces, se mecían, jugaban con el aire, bailaban.
En ese instante, las nubes profundas se partieron al tiempo del un rayo que aterrizó en la tierra anunciando así su llegada. La ciudad sobresaltada se inundó de un miedo dulce, miel, azúcar fundida en un sartén, un miedo soportable y terrible, el gran estruendo del rayo luminoso asesinó en segundos al silencio.
Empezó a llover. Pequeñas y diminutas gotas suicidándose desde lo alto, dejándose estrellar contra la cruel y grisácea ciudad, poco a poco, lento a lento, cada vez más a más... a más, las recién nacidas gotas comenzaban a crecer, a madurar, se hacían fuertes al tiempo, gordas y fuertes, indestructibles gotas, enormes cristales finos que al contacto penetraban en lo íntimo como punzantes agujas queriéndose adueñar del ser, ahora eran ellas las que destruían la ciudad caña, ciudad azúcar, era una lluvia tempestuosa, ahora la ciudad parecía tan pequeña, tan frágil, cubierta de lluvia negra...
... mientras.
En el frío cuarto de hospital la mujer temblaba, no de frío, no de miedo, de dolor, Gabriela se encontraba recostada, atada a esa cama blanca, sábanas de manta decoradas con sangre escarlata cubrían sus delicados brazos y piernas... fue en ese momento, justo a las 11:50 de la noche de aquel sábado, en que ella exclamó un último grito de auténtico amor, expulsando de sus entrañas a una criatura pequeña.
- Lluvia. Lluvia púrpura. Lluvia negra.
Ese primer día de febrero del ochenta y seis, el bulto indefenso lloró por primera vez , lloró al abrir los ojos y ver al mundo, lloró porque perdió el sueño y despertó a la vida, lloró de vida y muerte... y seguirá llorando todos los días de su vida:
"aquellos que nacieron con la lluvia, cada lluvia vuelven y lo hacen (estoy segura) para llover más. Para llover con rabia negra y beso de fruta, para sobre el mundo y bajo el tiempo llover hasta inundar el vivir de agua y que así, la nada en ella, como cualquier otro destrozo sin rumbo ni esperanza, flote..."
Niña hermosa,
piel de terciopelo blanca,
niña linda ilusionada,
ojos de estrella muerta,
caireles de lucero,
cuerpecito triste
muñeca,
vainilla filtrada,
diminuta boca de uva.
Lloraste al mundo,
en esa fría noche de febrero...
LG
Era una fría noche de febrero, noche congelada en la que reinaba un silencio nostálgico, la ciudad inquietante aguardaba la llegada de alguna nueva esperanza... la necesitaban. Se podía sentir claramente en el aire un delicado manto de humedad y brillo que cubría con gesto maternal a todos aquellos que se atrevían a quedarse despiertos.
El viento comenzó a arrullar, con un suave soplo hacía mover todas y cada una de las esmeraldas hojas que colgaban de los sauces, se mecían, jugaban con el aire, bailaban.
En ese instante, las nubes profundas se partieron al tiempo del un rayo que aterrizó en la tierra anunciando así su llegada. La ciudad sobresaltada se inundó de un miedo dulce, miel, azúcar fundida en un sartén, un miedo soportable y terrible, el gran estruendo del rayo luminoso asesinó en segundos al silencio.
Empezó a llover. Pequeñas y diminutas gotas suicidándose desde lo alto, dejándose estrellar contra la cruel y grisácea ciudad, poco a poco, lento a lento, cada vez más a más... a más, las recién nacidas gotas comenzaban a crecer, a madurar, se hacían fuertes al tiempo, gordas y fuertes, indestructibles gotas, enormes cristales finos que al contacto penetraban en lo íntimo como punzantes agujas queriéndose adueñar del ser, ahora eran ellas las que destruían la ciudad caña, ciudad azúcar, era una lluvia tempestuosa, ahora la ciudad parecía tan pequeña, tan frágil, cubierta de lluvia negra...
... mientras.
En el frío cuarto de hospital la mujer temblaba, no de frío, no de miedo, de dolor, Gabriela se encontraba recostada, atada a esa cama blanca, sábanas de manta decoradas con sangre escarlata cubrían sus delicados brazos y piernas... fue en ese momento, justo a las 11:50 de la noche de aquel sábado, en que ella exclamó un último grito de auténtico amor, expulsando de sus entrañas a una criatura pequeña.
- Lluvia. Lluvia púrpura. Lluvia negra.
Ese primer día de febrero del ochenta y seis, el bulto indefenso lloró por primera vez , lloró al abrir los ojos y ver al mundo, lloró porque perdió el sueño y despertó a la vida, lloró de vida y muerte... y seguirá llorando todos los días de su vida:
"aquellos que nacieron con la lluvia, cada lluvia vuelven y lo hacen (estoy segura) para llover más. Para llover con rabia negra y beso de fruta, para sobre el mundo y bajo el tiempo llover hasta inundar el vivir de agua y que así, la nada en ella, como cualquier otro destrozo sin rumbo ni esperanza, flote..."
Niña hermosa,
piel de terciopelo blanca,
niña linda ilusionada,
ojos de estrella muerta,
caireles de lucero,
cuerpecito triste
muñeca,
vainilla filtrada,
diminuta boca de uva.
Lloraste al mundo,
en esa fría noche de febrero...
LG
2 comentarios:
llegue aqui por el blog de falso profeta, eres de xalapa? ojala y si mi correo hiarguelles @ hotmail.com
lagrimas? que es eso? creo que ya lo olvide
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