jueves, 31 de enero de 2013

MI VOZ

Publicado el 31/01/2013

Nunca supe bien cómo es que la música me escogió, pues yo siempre me imaginaba escribiendo, pero sin duda la música me eligió a mi, yo no la conocía, pero ella a mi sí.

Un día de otoño, en San Luis Potosí, yo reconocí a mi voz, yo tenía 9 años cuando la escuché con entendimiento. Desde entonces, no he podido dejar de cantar, no he querido desprenderme de ella; es mi voz mi respirar, es ella o no existo, soy suya, es mi amor. Cantar me ha brindado lo que nada en el mundo me lo da, un tesoro que nadie del mundo puede quitármelo. Durante ese año escolar (4º de Primaria), descubrí qué notas altas eran posibles para mi de alcanzar, también comprendí las graves y cuál era mi registro, fue entonces, cuando comencé a entretejer mis frases en sus sonidos.

Recuerdo bien la lindísima casa donde vivíamos, tenía una sola planta. Me parece recordarla bien porque yo despertaba en las madrugadas y a veces sentía temor, otras veces mientras recostada, sólo miraba la luz azul que traspasaba mi ventana. La imaginación me despertaba y creo que fue cuando se gestó en mi un sentido musical.

Muchas cosas más pasaron por mi niñez y por mi adolescencia, yo seguí cantando y escribiendo. Buscaba, como hoy, momentos de soledad que me permitieran reflexionar. Siempre he encontrado en esos momentos muchas de las respuestas a mis preguntas, siempre a través de ejercicios por escrito.

Con mi familia viví en otras lindísimas casas, movimos los muebles, las camas, las cacerolas unas cuantas veces. Yo no dejé de escribir ni de cantar mis canciones, siempre lo hice, escribí en todas las hojas posibles y canté en todos los espacios que alguna vez habité: en mis cuartos, en mis closets, en mis baños, en los parques, en los jardines, en mis viaje, en todos lados. No sabía si alguien comprendería mis canciones, pero sabía que se comprendería mi voz.

Los momentos a solas - que desde niña he buscado - han sido el verdadero inicio para montarme en las grandes aventuras de mi vida. Resulta que cuando no lo estoy pasando bien, que cuando no comprendo quién soy o qué me ocurre, sólo tengo claridad de UNA COSA: es preciso ir a mi soledad, es preciso el retiro para escuchar, escribir y cantar.

Tomar la decisión de ir a ese encuentro solitario, es siempre la decisión más difícil de concretar, pues permanecer ahí, resulta aún más complicado. Podría describirte cada lugar dónde he vivido mi destierro, han sido momentos claves en mi vida, pues de ellos siempre salgo victoriosa, siempre con la claridad del camino que debo tomar y recorrer.

Una vez afuera, me pongo a trabajar duro, debo ser creativa para alcanzar mi propósito y, no estoy más sola! toda la fuerza, todo el valor y toda la claridad me acompañan y aunque todo tiene un precio, yo estaré pagando el JUSTO, porque las cosas más agradables de vivir llegan sólo a través de la perseverancia, el amor y el buen trabajo.

Por ello que nada me mueva de mis objetivos cuando ya estoy "afuera" buscando realizarme, por ello que a veces mis modos resulten tan incomprensible para algunos, pero tan identificables para otros; también, es debido a ello que yo tenga siempre un camino abriéndose ante mi, pues, como tú, YO TENGO UNA VOZ, tengo un destino y pertenezco a un divino lugar especialmente hecho para mi.

Quizá creas que mi camino es especial porque la música me eligió y que por ende, yo tengo el privilegio de habitar lugares en soledad para encontrarme con ella y ser creativa; quiero compartirte que esto no me ocurre sólo a mi, la oportunidad de vencer el temor a la soledad la tenemos todos por igual, todos hemos sido elegidos para crecer el mundo con nuestros específicos dones, sólo es preciso que te atrevas a vivir tu destierro. No hay pretextos, busca en tu cotidiano enfrentarte a él, construye ese espacio de soledad y renueva tu verdad en ella... yo no digo que sea sencillo, pero -- qué lo es?

... Cada vez que pienso en ti, cada vez que pienso en mi,

cada vez que pienso así, cada vez que siento que la fuerza se me va,

que no me deja pensar, pensar...



Por Elizabeth Guerra Vázquez


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