jueves, 31 de enero de 2013

MI VOZ

Publicado el 31/01/2013

Nunca supe bien cómo es que la música me escogió, pues yo siempre me imaginaba escribiendo, pero sin duda la música me eligió a mi, yo no la conocía, pero ella a mi sí.

Un día de otoño, en San Luis Potosí, yo reconocí a mi voz, yo tenía 9 años cuando la escuché con entendimiento. Desde entonces, no he podido dejar de cantar, no he querido desprenderme de ella; es mi voz mi respirar, es ella o no existo, soy suya, es mi amor. Cantar me ha brindado lo que nada en el mundo me lo da, un tesoro que nadie del mundo puede quitármelo. Durante ese año escolar (4º de Primaria), descubrí qué notas altas eran posibles para mi de alcanzar, también comprendí las graves y cuál era mi registro, fue entonces, cuando comencé a entretejer mis frases en sus sonidos.

Recuerdo bien la lindísima casa donde vivíamos, tenía una sola planta. Me parece recordarla bien porque yo despertaba en las madrugadas y a veces sentía temor, otras veces mientras recostada, sólo miraba la luz azul que traspasaba mi ventana. La imaginación me despertaba y creo que fue cuando se gestó en mi un sentido musical.

Muchas cosas más pasaron por mi niñez y por mi adolescencia, yo seguí cantando y escribiendo. Buscaba, como hoy, momentos de soledad que me permitieran reflexionar. Siempre he encontrado en esos momentos muchas de las respuestas a mis preguntas, siempre a través de ejercicios por escrito.

Con mi familia viví en otras lindísimas casas, movimos los muebles, las camas, las cacerolas unas cuantas veces. Yo no dejé de escribir ni de cantar mis canciones, siempre lo hice, escribí en todas las hojas posibles y canté en todos los espacios que alguna vez habité: en mis cuartos, en mis closets, en mis baños, en los parques, en los jardines, en mis viaje, en todos lados. No sabía si alguien comprendería mis canciones, pero sabía que se comprendería mi voz.

Los momentos a solas - que desde niña he buscado - han sido el verdadero inicio para montarme en las grandes aventuras de mi vida. Resulta que cuando no lo estoy pasando bien, que cuando no comprendo quién soy o qué me ocurre, sólo tengo claridad de UNA COSA: es preciso ir a mi soledad, es preciso el retiro para escuchar, escribir y cantar.

Tomar la decisión de ir a ese encuentro solitario, es siempre la decisión más difícil de concretar, pues permanecer ahí, resulta aún más complicado. Podría describirte cada lugar dónde he vivido mi destierro, han sido momentos claves en mi vida, pues de ellos siempre salgo victoriosa, siempre con la claridad del camino que debo tomar y recorrer.

Una vez afuera, me pongo a trabajar duro, debo ser creativa para alcanzar mi propósito y, no estoy más sola! toda la fuerza, todo el valor y toda la claridad me acompañan y aunque todo tiene un precio, yo estaré pagando el JUSTO, porque las cosas más agradables de vivir llegan sólo a través de la perseverancia, el amor y el buen trabajo.

Por ello que nada me mueva de mis objetivos cuando ya estoy "afuera" buscando realizarme, por ello que a veces mis modos resulten tan incomprensible para algunos, pero tan identificables para otros; también, es debido a ello que yo tenga siempre un camino abriéndose ante mi, pues, como tú, YO TENGO UNA VOZ, tengo un destino y pertenezco a un divino lugar especialmente hecho para mi.

Quizá creas que mi camino es especial porque la música me eligió y que por ende, yo tengo el privilegio de habitar lugares en soledad para encontrarme con ella y ser creativa; quiero compartirte que esto no me ocurre sólo a mi, la oportunidad de vencer el temor a la soledad la tenemos todos por igual, todos hemos sido elegidos para crecer el mundo con nuestros específicos dones, sólo es preciso que te atrevas a vivir tu destierro. No hay pretextos, busca en tu cotidiano enfrentarte a él, construye ese espacio de soledad y renueva tu verdad en ella... yo no digo que sea sencillo, pero -- qué lo es?

... Cada vez que pienso en ti, cada vez que pienso en mi,

cada vez que pienso así, cada vez que siento que la fuerza se me va,

que no me deja pensar, pensar...



Por Elizabeth Guerra Vázquez


SOY DIFERENTE

Publicado el 24/01/2013


Sé que una de las cosas que han marcado mi personalidad es mi cabello, desde niña me gustó hacer cambios en él. Cortarlo y crear formas diferentes ha sido una de las maneras más bellas de percibir mi propia estética. Mi cabello es el accesorio perfecto, tiene interminables lineas y curvas que hacen resaltar quien soy.

Sé que estos cambios constantes de mi imagen, han sido un distintivo en mi personaje ante circunstancias públicas, muchos de Ustedes se identifican con estos cambios, muchos de Ustedes no. También he notado que es un asunto de intriga o de atractivo para otros tantos, incluyendo para los reporteros y periodistas que llegan a mi para conversar de mi carrera.

Yo sé que yo soy diferente, sé que el sentido de la vida lo percibo diferente, que los propósitos de mi vida los entiendo diferentes. Así como mi estética, mis letras y mi música lo son también, y, no digo lo anterior porque me sienta superior o inferior a los demás, lo digo porque puedo comprender que estoy diseñada de manera perfecta para cumplir la misión de mi vida, para defender mis ideales y para luchar por ellos, pues, como tú, estoy equipada con los dones especificos para lograrlos, y bueno, también supe comprender que no todo está aprendido, y que nunca es tarde para cultivarme y educarme.

Y es que uno debe hacer caso a esa voz interior , es preciso escuchar con atención y descubrir quiénes somos y a qué hemos venido. A través de ella es posible descubrirlo, normalmente hay claridad en esa voz, pero constantemente escuchamos más al mundo afuera que a nuestra espiritualidad interior.

Para provocar la creatividad y la satisfacción personal, yo aprendí a escuchar esa voz interior y, sigo aprendiendo de ella para vencer el temor a la decepción. Aprendí a respetar esa voz y comprendí que trabajar duro - sin importar los resultados que el mundo espera de mi -- significaba mi éxito.

Aún sin sentirme por completo conforme conmigo misma, yo puedo entenderme crecida, construída, pues cierto es que vivimos en el mundo y lo que más deseamos es pertenecer y sentirnos realizados en él... yo nunca estaré conforme del todo con mis logros, sin embargo, es agradable compartirte que, cuando me siento insegura en el mundo, ha sido importante revisar si he venido haciendo LO CORRECTO, no lo que me conviene, sino lo correcto.

La vida nos confronta y efectivamente, tomar postura y decisiones en ella es lo que nos permite vivirla y ser parte del todo, así que, comprender que he hecho lo correcto la mayoría de las veces en la mayoría de las decisiones, sólo puede entregarme dicha, así como iluminarme y fortalecerme para continuar sembrando, cosechando y compartiendo.

Cuándo tenemos la oportunidad de contemplar nuestro real valor, automáticamente, el mundo y sus estándares dejan de ser lo importante, nuestra voz recupera fuerza y en nuestro interior comienza de nuevo a gestarse la creatividad y el deseo de construcción... Yo fui diseñada para escribir y cantar mis canciones, de ahí, mi historia en 19 años de música.



Por Elizabeth Guerra Vázquez


martes, 29 de enero de 2013

AVIÓN Y TORMENTA

Vi caer en llamas a un avión, "lo vi todo", cuando volaba, cuando empezó a incendiarse y finalmente cuando cayó, yo lo miraba desde un refugio hecho con la carcasa de un auto, yo estaba parada y tranquila, observando aquel espectáculo, era de noche y caía una tormenta estrepitosa.

Acciente de avión:
Soñar que está mirando al cielo y ve pasar un avión, significa que su vida personal le está pidiendo nuevos cambios.

Soñar con accidentes de toda índole, significa que se siente inseguro ante la próxima toma de decisión sobre algo importante, sobre el funcionamiento de su nuevo proyecto o de su capacidad de para crear nuevas ideas.

Si sueña con un accidente de avión, puede ser que los objetivos que ha fijado son demasiado altos. O puede ser que usted mismo no cree realmente que sea capaz de realizarlos.

Tal vez sea un buen momento para frenar un poco, afrontar sus miedos y dudas. ¿Tiene control sobre su vida? ¿Se siente culpable por algo? También indica que sus opiniones, estilo de vida o ambiciones chocan contra los de otra persona.

Soñar con un accidente o un choque de aviones, significa que se ha planteado una meta totalmente inalcanzable e irrealizable. No lo va a conseguir. Corre el peligro de estrellarse, cuando se de cuenta. Por otro lado, podría significar que su falta de confianza, su actitud derrotista y dubitativa, le hacen presagiar un estrepitoso fracaso. Por ello sueña con un choque de aviones. No se siente capaz de conseguir alcanzar su meta.

Tormenta:
Las tormentas representan fuerzas creadoras, la fertilidad y la reproducción. El trueno y el relámpago simbolizan una destrucción o regeneración.

Soñar con relámpagos o tormenta eléctrica, representa una toma de consciencia, perspicacia, revelación espiritual, la verdad y la pureza. Por otro lado, soñar con relámpagos o tormenta eléctrica, podría representar un giro repentino de los acontecimientos. Existen varias fuerzas gobernando su vida y si pierde el control de su vida, puede ser destructivo para Vd. porque le conducirá a situaciones desastrosas.

Soñar con relámpagos o tormentas eléctricas, significa que se está protegiendo a sí misma de sus experiencia y dificultades emocionales y sentimentales. También podría significar, que desea escapar de una situación, que le incomoda y no quiere afrontar.

Soñar con tormentas es siempre negativo y símbolo de situaciones adversas, que deberá vivir el que lo sueña.

Soñar que presencia una tormenta, significa que deberá librar una lucha aplastante, acontecimientos imprevistos que acabarán en catástrofe en sus negocios o en su vida laboral.

Soñar que ve una tormenta también representa sus miedos interiores, que no logra expresar, como rabia, enfado, confusión, falta de decisión...

Por decir algo positivo, soñar con una tormenta podría ser su parte espiritual, que emerge y le hace consciente de otra forma de ver las cosas.

Soñar que se guarece de una tormenta, significa que a pesar de todos los problemas que puedan presentarse, Vd. sabrá afrontarlos y sabrá encontrar una solución a todo.


martes, 8 de enero de 2013

UN POCO DE MI KLIMT II

Irrefrenable seductor

El autor de 'El beso' tuvo 18 hijos bastardos

En el pabellón de caza de Mayerling, en el invierno de 1889, cuando se acerca el alba y las bujías están a punto de extinguirse, María Vetsera se pone un camisón bordado y se tiende en el lecho. Rodolfo, el heredero del Imperio de los Habsburgo, se acerca con una rosa roja en una mano y un revólver en la otra. María coge la flor y la lleva a su pecho; su amante dispara a quemarropa sobre la sien izquierda de la muchacha. Son las seis y media de la mañana. Media hora más tarde bebe un trago de coñac, coloca un espejo sobre su mesilla de noche, acerca el cañón a su cabeza y se levanta la tapa de los sesos. Fue el principio del fin de un imperio cuyo último vals duraría todavía un cuarto de siglo antes de desvanecerse entre los cascotes de la derrota definitiva. En esa decadencia brillaron los mejores músicos, arquitectos, escritores y pintores; sobre todo los oropeles modernistas de Klimt. Su lienzo El beso, que ahora cumple 100 años (1908-2008), autobiográfico y fastuoso, se convirtió en emblema universal del deseo.

Gustav Klimt (Baumgarten, Austria 1862-Viena 1918) era un sátiro achaparrado, severo y cetrino que amaba por las mañanas a las muchachas del suburbio y por las tardes recurría a una vida erótica más refinada con las aristócratas liberales que posaban para él. Madrugaba y caminaba desde la Westbahnstrasse, donde vivía con su madre y sus hermanas, hasta el café Tívoli. Desayunaba montones de nata montada y así se llenaba de energía para el resto de la jornada. Desde allí iba al estudio, ejercitaba los brazos y saludaba a las modelos que lo esperaban. Les gastaba bromas y era generoso con ellas, que acudían a él cuando un pariente había muerto y no había dinero para el entierro, cuando una había sido desahuciada y el pintor se hacía cargo del alquiler. Como contrapartida, disponía de las chicas sin límite. Siempre estaban dispuestas para escenas de amor lesbianas o heterosexuales; no sólo satisfacían sus necesidades artísticas, sino que contribuían también a relajaciones que dieron como resultado un reguero de bastardos, de los que sólo cuatro fueron reconocidos.

Las modelos de Klimt se confunden muchas veces con sus amantes. Aunque no era un tipo atractivo, su tosquedad contrastaba con cierto refinamiento y hacían de él un híbrido de sátiro y de asceta, de espíritu mental y sangre semental. Combinaba un aura de magnetismo sexual con la imagen del genio ensimismado y las mujeres se volvían hospitalarias a sus pretensiones. Friederike Maria Beer, que muchos años después se suicidaría en su casa de Hawai, dijo de él que el extraño olor que exudaba, «al principio asustaba y después se percibía como un extraordinario magnetismo animal». Pero sólo en fuentes indirectas, en novelas y guiones cinematográficos, se han restaurado sus pasos perdidos porque así como hay escritores sin obra, hay genios sin biografía y Klimt es uno de ellos. Hasta el punto de que cuando el director Raoul Ruiz rodó, en 2005, una película sobre su vida amorosa tuvo que renunciar a hacer un biopic y conformarse con una mezcolanza de ficción y realidad.
El pintor no hablaba de sí mismo, no escribía sino apenas algunas cartas, ni siquiera se autorretrató nunca. Envuelta en los tules del enigma, el chascarrillo y la leyenda, su verdadera vida privada sigue velada por su pudor o por su indiferencia.

Klimt, sol cenital en el radiante sistema planetario de aquella Viena del cruce de siglos, era introvertido, enigmático y distante. Decía que su persona carecía de interés: «Quien quiera saber algo sobre mí como artista, que es lo único digno de atención, deberá contemplar atentamente mis cuadros e intentar inferir de ellos lo que soy y lo que quiero», dijo.

Hay noticia cierta de lo mucho que amó a Mizzi Zimmermann, la proletaria, madre de Gustav y Otto, dos de los múltiples hijos del pintor que, en cartas tiernas, expresa sin ambigüedad la hondura de su afecto. Laboriosamente le explica por qué le manda dinero por correo y no por giro, muestra preocupación por los niños y los felicita en sus cumpleaños.

La pelirroja Minna fue madre de otro de sus hijos. Algunos especialistas conjeturan que Herma, una de sus modelos favoritas, «la muchacha cuyo trasero –según Klimt– era más hermoso e inteligente que el rostro de muchas otras», dejó de pasar por el estudio al quedarse embarazada del pintor, pero su amante la hizo posar con una barriga de ocho meses para el cuadro llamado La esperanza (1903), que provocó un aluvión de críticas entre los propios artistas y las demás modelos. El simbolismo que envuelve esa composición está relacionado con el nacimiento y temprana muerte de Otto, el segundo hijo de Klimt y Mizzi Zimmermann. La vida y la muerte palpitan en ésta como en otras obras del artista.

Cuando Klimt murió de neumonía, 14 mujeres dijeron ser madres de algún hijo del fauno. Ninguna de ellas fue Alma Mahler o Adele Bloch-Bauer, dos de sus amantes upper class.
El primer beso que recibió Alma Schindler se lo dio a los 17 años Klimt. La que acabaría llamándose Alma Mahler fue coleccionista de genios en una Viena que celebraba la dulzura de la vida a pesar de las guerras en el imperio agónico de los Habsburgo. Fue la más chispeante mujer fatal de un tiempo que la reconoció como bella y ambiciosa.

Amó a Klimt, se casó con Mahler, se entregó a un erotismo devastador con Kokoschka, protegido de Klimt, y a esa pasión tórrida siguieron tres bodas más. A Adele Bloch la pintó dos veces, uno de esos retratos se convertiría en uno de los cuadros más caros de la Historia cuando el magnate americano de la cosmética Ronald Lauder pagó por él 107 millones de euros en 2006.
Hija de un banquero opulento, enferma sufriente, frágil y oscura, delgada y elegante, fumaba como una chimenea. Se casó en un matrimonio de conveniencia y el psiquiatra Salomon Grimberg afirmó que encontró consuelo en los brazos agradecidos de Klimt. Es seguro que durante años se vieron en el salón en que ella convocaba a artistas como Zweig, Arthur Schnitzler, Otto Wagner, Richard Strauss o Mahler.

Sólo podemos conjeturar acerca de otras muchas mujeres ricas y liberales que posaron para él y saciaron alguna vez su sed irrefrenable de sexo. Sonja Knips, Serena Lederer, Ria Munck (sobrina de la anterior, que a los 24 años se disparó en el lado izquierdo del pecho con un revólver de cinco milímetros de calibre), Marie Hennenberg, Margaret Stonborough (hermana del filósofo Ludwig Wittgenstein) o Eugenia Primavesi eran mujeres dominantes y se vinculan a la temática klimtiana de las castradoras, cuya belleza venenosa culmina en las dos Judith que pintó. Buscaban ser inmortalizadas, un retrato del genio era un trofeo, un símbolo de pertenencia al grupo de las elegidas y por eso estaban dispuestas a pagar 20.000 coronas. Egon Schiele cobraba sólo 600 y menos aún Oscar Kokochska, los sucesores de Klimt en la vanguardia vienesa.

Viena era entonces la capital del psicoanálisis y el doctor Freud, que había tratado a Alma Mahler y a Lou Andreas-Salomé, se asomó también a los abismos del alma de Klimt. Asombrado ante la exuberancia amatoria del pintor, el psiquiatra aventuró una explicación. Dijo que las tensiones de su vida privada y la solvencia de su libido eran la fuerza generatriz de sus creaciones. Su hipótesis era que dado que en la Viena finisecular el sexo era tabú, el deseo se sublimaba en logros artísticos. Así, la represión sexual estaría en el origen de la alta cultura. Pero esa teoría no era aplicable a Klimt, que hacía tanto gasto en el lienzo como en el lecho.

Años después, el doctor Wolfgang G. Fischer publicó un libro en el que afirmaba que la complicada vida amorosa del artista tenía su causa en una relación edípica no sólo con su madre, sino con las dos hermanas con las que vivió toda su vida y que soportaron con estoicismo su hipocondría, sus resacas, sus forúnculos y sus habituales dolores de cuello.

Amaba a las mujeres y las embellecía en su obra. Lascivas y arrogantes, solas o enlazadas, siempre las pintaba bellas y a veces fatales, en un caleidoscopio envenenado de exceso de colores.

Fascinado por bellas durmientes abandonadas a sus ensoñaciones eróticas y afectado de horror al vacío, recurría al oro, las flores, a veces al agua y también a la noche, para resaltar la vibrante soledad de sus modelos, imantadas de erotismo. 

Murió soltero, pero dejó 18 vástagos y en su lecho de muerte y apoplejía sólo reclamó la presencia de Emilie Flöge, a la que amó durante 32 años. La sedujo cuando ella cumplió los 17 y la quiso tanto que no la entrampó en el matrimonio para evitarle el dolor de su promiscua avidez de fauno.

A los 28 años la pintó, alta y esbelta, en transparencias azules y delirios modernistas en un lienzo vertical y kitsch. Y volvió a pintarla en el más celebrado de sus lienzos, El beso, que cumple ahora 100 años (2008). Debería colgar en los cuarteles de bomberos como emblema del fuego. Pocas veces la tensión amorosa resultó tan incendiaria y, al tiempo, tan mística. Los dorados evocan el arte bizantino de los iconos que Klimt había visto en Rávena. La magnificencia de la paleta de colores da al tema un halo sagrado; la composición es una ósmosis de cuerpos y decorados, un patchwork simbolista para referir la sublimidad del deseo.

Los amantes. En un telón de fondo dorado, una pareja enlazada en un parterre de flores ataca los primeros compases de una consumación.
El mosaico de los vestidos varía según el sexo: rectángulos negros y blancos para el hombre, círculos dorados para la mujer; la agresividad fálica de los ángulos frente a la serenidad de las curvas. La mujer, arrodillada y con los ojos cerrados, se ofrece al amante. La pareja, extasiada en su prólogo, está fuera del tiempo y del espacio, absorta en sí misma. El prado de los amantes finaliza de forma brusca, como si la pasión fuera una cima asomada al precipicio.

Klimt asimilaba el placer sexual al gozo artístico: un paroxismo condenado a la melancolía.
En El beso quiso representar el destello de un encuentro inaugural. El detonador activa el explosivo, estallan las hormonas y comparece la plenitud como un fulgor. 

Klimt sabe a lo que se refiere porque aquel beso era la representación del que dio por vez primera a Emilie Flöge. 

Críticos e historiadores han acordado que esta obra maestra los representa a ambos. Reparan en el cuello robusto del amante con piel morena de marino, reparan en que si ella se levantara claramente se vería que era más alta que él. Sólo por discreción, el pintor ha suavizado la barbilla de Emilie, ha ensanchado sus cejas y ha aclarado el color de su pelo.

Emilie Flöge era una adolescente cuando conoció al pintor, que contaba sus amantes por docenas. Era la cuarta hija de un artesano de la madera que prosperó gracias a las pipas de espuma de mar. Tenía dos hermanas –Pauline y Helene– y un hermano. Helene se casó con Ernst Klimt, hermano del artista, por lo que Gustav se convirtió en cuñado de la hermana de su amante.
El pintor la introdujo en el mundo de la bohemia, con sus artistas promiscuos, politoxicómanos de hachís, absenta y lujuria, sus modelos de equívoca reputación y sus mecenas decadentes.

Unidos por la sensualidad y el secreto, se veían casi a diario y pasaban los veranos juntos en la residencia campestre de los padres de ella en el lago de Atter. Él eludía el compromiso para tener las manos libres con otras mujeres. Ella lo sabía, pero profesaba las ideas del amor libre y supo aceptar que Klimt no había nacido para la monogamia. Él llegó a escribirle varias postales y tarjetas en un mismo día. Emilie ejercía como protectora, su independencia económica le permitió no ser una subordinada al servicio del genio, sino una musa intelectual y formal. Con la ayuda de él, abrió en la Mariahilfstrasse una tienda exclusiva de modas.
Diseñaba vestidos vanguardistas que llamaron la atención del mismísimo Paul Poiret, el más audaz de los modistos, viajaba a París para comprar tejidos en chez Chanel o chez Rodier.
Mezclaba la alta costura con la alta cultura. Jamás se casó.

Loco de amor. El mismo año, 1918, en que el imperio Austro-Húngaro, en las trincheras del frente, agotó sus últimos esplendores de águilas bicéfalas y de valses lánguidos, moría Gustav Klimt, loco del arte y del amor. Sólo dos mujeres ocupaban su corazón en su última hora: Emilie Flogë, su Eva perenne, y la bailarina Cléo de Merode, su imposible Lilith, acaso la mujer más bella de su tiempo y acaso la única que se resistió al acoso del fauno.
En la autobiografía de la primaballerina, El ballet de mi vida, desfilan reyes como Leopoldo de Bélgica, escritores como Proust, músicos como Massenet, arquitectos como Adolf Loos, marqueses españoles, príncipes rusos, el Shah de Persia o el magnate Randolh Hearst, pero no hay una sola referencia al iluminado genio austriaco que pensaba en ella cuando componía su Danae y su Judith mientras su corazón proclamaba Gloria in excelsis Cleo.




'El beso'. En la obra más conocida de Klimt aparece el pintor con su amante Emilie Flöge.




Adele Bloch-Bauer en una foto de 1910.




El retrato de Adele Bloch-Bauer se vendió en 2006 por 107 millones de euros.



UN POCO DE MI KLIMT I


Gustav Klimt, un pintor enganchado a sus musas




'Danaë' (1907-8)


Gustav Klimt (1862-1918) sabía mostrar en un solo cuadro el espíritu del esplendor que vivía Austria en 1900, perorenunció a ser un mero cronista de lo que el escritor austriaco Stefan Zweig llamó “la edad de oro de la seguridad burguesa”.

No quiso saber nada de la fama oficialista y se entregó a las mujeres de sus pinturas, hechizadoras e irresistibles, ideales de femme fatale, pero con alma de ménades, deseres míticos ligados al placer y al exceso. Los hombres, en un plano secundario, no podían más que someterse a ellas, las dueñas de la escena.

La sociedad austrohúngara vivía en la armonía absoluta, un esplendor adormecido con manifestaciones artísticas tan correctas como bellas, siempre acordes con el historicismo. La obligada contención femenina era un reflejo más de la represión sexual de los vieneses, un caldo de cultivo ideal para Sigmund Freud, que desarrolló en esos años sus teorías sexuales sobre el origen de las neurosis.




'El beso' (1908), la obra cumbre de la 'etapa dorada' de Klimt

Dando un paso más, Klimt se atrevió a mostrar la superioridad erótica de la mujer con el simbolismo sensual, las expresiones de descaro, los dorados y los motivos geométricos de las vestimentas y los tocados de sus personajes.

1. Nació en un suburbio de Viena, su padre era grabador de oro y su madre una cantante de ópera sin éxito. Era el segundo de siete hermanos (cuatro chicas y tres chicos) que vivían con apreturas económicas en casas cada vez más pequeñas. Cuando Gustav tenía 14 años los tres hermanos varones de la familia fueron admitidos en la Escuela de Artes y Oficios de Viena. Allí aprendieron a fabricar sus propios pigmentos para pintar, a confeccionar mosaicos y a trabajar metales. También descubrieron influencias artísticas en la cerámica griega, los relieves asirios, el arte egipcio y el folclore eslavo.




El interior del Burgtheater (1888), una de las obras tempranas de Klimt

2. Junto a sus hermanos tuvo varios encargos para edificios públicos, como los frescos de la bóveda central del Burgtheater de Viena. Pintaban en el estilo predominante de la época, hiperrealista e historicista. Klimt siempre destacó la importancia de esta fase en el desarrollo de su lenguaje propio: el academicismo le permitió buscar una síntesis de los grandes maestros mientras comenzaba a introducir poco a poco elementos simbolistas.

3. En 1897 comenzó a dejar de ser complaciente. Fundó junto con otros artistas austriacos la Wiener Secession (Secesión de Viena), un movimiento artístico que correspondía al modernismo europeo y que se desvinculaba de la Asociación de Artistas oficial. Pronto fueron protagonistas de la producción artística más llamativa y refinada de Austria con cuadros, edificios, murales e incluso diseño de muebles y ropa.

4. Nuda Veritas (1899) contiene una cita reveladora del célebre escritor alemán Friedrich Schiller que Klimt añadió como preludio al cambio que iban a sufrir sus cuadros: “Si no puedes complacer a todos con tu arte, complace a unos pocos. Complacer a muchos es malo”. El pintor, que hasta entonces había cultivado el estilo hiperrealista de sus comienzos -basado en el de su maestro Hans Makart- se liberó del esclavismo de la crítica.

5. El descubrimiento público de este cambio vino en forma de escándalo. Klimt trabajaba en un encargo del Ministerio de Educación y Cultura de Austria para decorar el vestíbulo principal de la Universidad. Al ser un pintor de confianza al que se le habían encargado ya tareas de gran importancia, quedaron en sus manos la facultad de Filosofía, la de Derecho y la de Medicina: todas provocaron un escándalo en el momento de su inauguración. El suceso llegó al congreso y decidieron por votación acusarlo de “pornografía” y “excesiva perversión”. Quisieron trasladar las polémicas pinturas a la Galería de Arte Moderno y el pintor se negó, comprándole al gobierno sus propias obras en 1905. De los polémicos frescos sólo se conservan fotos y bocetos: terminaron destruidos por los nazis en 1945.

6. El revuelo social sólo sirvió para encender en el pintor una llama de disconformidad. Se desvinculó totalmente de los encargos públicos y desde ese momento sólo se mantuvo con los privados y las ventas de sus obras a la élite, que veía al artista con el carisma de la rebeldía. De este momento de ruptura es Goldfish (1901-1902), también llamada A mis críticos, una burla a la mojigatería austriaca que muestra a una chica pelirroja enseñando con impunidad el trasero en espera de la ofensa del espectador.



Emilie Flöge y Gustav Klimt en Attersee

7. En su vida privada iba ataviado con sandalias y túnica, abogando por el atuendo informal para los hombres. Hay numerosas fotos de Klimt con su eterna compañera Emilie Flöge en sus anuales vacaciones en el lago, en Attersee(lugar del que el pintor hizo numerosos paisajes). Ella también lleva una túnica inspirada en los principios liberadores del pensamiento modernista, contrario a la opresión del corsé para moldear la figura femenina.





'Judith I' (1901)

8. De 1901 es también el famoso cuadro Judith I, el primero en el que el pintor utiliza pan de oro. La Judith de Klimt sujeta la cabeza del general Holofernes, que ella misma embelesó para decapitarlo después y proteger así al pueblo de Israel de la invasión del ejército de Babilonia. Pero está claro que el pintor no tenía la historia bíblica en la cabeza, sino una perversión masoquista que hace al hombre caer muerto ante el poder sexual de la mujer, al estilo de la versión de Salomé que el escritor irlandés Oscar Wilde había convertido en obra de teatro en 1893. La modelo era Adele Bloch-Bauer, una dama de sociedad de una rica familia de banqueros que fue su amante y por la que sentía tanto fascinación como miedo. El escritor y crítico Ludwig Hevesi definió Judith Icomo “un veneno concentrado como el que se guardaba dentro de los recipientes antiguos más preciosos”.

9. Siempre vivió en el mismo apartamento, con su madre y dos de sus hermanas. Se consideraba una persona “poco interesante” y en apariencia su rutina era poco llamativa. La visión hogareña que da de él una de sus hermanas contrasta con la certeza de que Klimt se obsesionaba artísticamente con todas las mujeres que posaban para él y acababa teniendo aventuras con muchas de ellas. “Yo mismo no tengo claras mis relaciones. Lo único que sé con certeza es que soy un pobre idiota”, decía en una tormentosa carta a un amigo.




Mizzi Zimmermann

10. En la otra cara de la moneda está su íntima amistad con Emilie Flöge -a la que retrató cuatro veces- diseñadora y cara habitual de la bohemia vienesa. Emilie -humana, cariñosa y profundamente respetuosa con el poder creativo de Gustav- se resignó a ser la eterna compañera de un hombre que era incapaz de comprometerse y con el que, por lo visto, sólo tuvo una relación platónica, mientras el artista protagonizó múltiples escarceos amorosos con sus retratadas, muchas de ellas damas de la alta sociedad, e incluso tuvo varios hijos con ellas. Tras la muerte de Klimt hubo 14 demandas de pensiones alimenticias. Sólo tres de esos posibles 14 hijos fueron reconocidos. Uno era hijo de Maria Ucicka, una lavandera de Praga que posó para él. Mizzi Zimmermann era madre de los otros dos.



'La esperanza'. En 1903, modelo Herma
11. Klimt retrató a una de sus modelos Herma (otra de sus amantes) embarazada de ocho meses. inspirado por Zimmermann, bella modelo y amante del artista, quien esperaba el segundo hijo que con Klimt en el cuadro Hope I (1903). El embarazo, tema tabú durante siglos en la historia del arte, nunca se había retratado con tanto realismo. Mizzi dio a luz ese mismo año a Otto, un niño que murió repentinamente cuando tenía poco más de un año. El dolido padre retrató a su hijo muerto en un boceto y el suceso transformó el cuadro, al que añadió figuras oscuras en el fondo, representativas de la enfermedad y la desgracia, aguardando al retoño.

12. En febrero de 1918 sufrió un ataque que le paralizó la parte derecha del cuerpo: ya no podía pintar. En el hospital sólo requería la continua presencia de Emilie Flöge y detestaba que cualquier mujer pudiera verlo en un estado tan frágil y deplorable. Ese mismo mes, cuando Viena estaba sumida en una epidemia de gripe, sufrió una neumonía que lo mató.

EL CAMINANTE SOBRE EL MAR DE NUBES

La obra, no se diferencia de otras obras de Friedrich; parecía sentirse bastante atraído con la idea de ver y experimentar la naturaleza en lugares aislados y maravillosos: al borde del mar o de lagos, en la cima de las montañas, o en lo alto de una cascada.

La seducción que sentía por la idea de que la expresión personal debía ligarse a un aislamiento físico y espiritual se hizo más aparente, de magnitudes increíbles, y aun así, todavía sublime.

El interés de Friedrich por la naturaleza queda claramente evidenciado en otras de sus obras. Ejemplo de ello es Acantilados blancos en Rügen, pintado en 1818, que retrata a un hombre en pie y una mujer sentada, mirando el panorama, mientras que otro hombre, arrodillado, mira por encima del borde de un vasto y alto acantilado que lleva al océano infinito. Ambos cuadros fueron ejecutados durante el año de su viaje de bodas a Rügen. Los cuadros de esta época evocan la contemplación y la interrogación.

El hecho de que el viajero se encuentre de espaldas y no pueda vérsele la cara, ha sido objeto de análisis e interpretaciones. De esta forma el autor impide que la fisonomía del personaje anónimo distraiga la atención del paisaje. 

Al mismo tiempo, el no tener rostro transmite mejor la idea de la disolución del individuo en el «todo» cósmico.

Las figuras no representan individuos concretos. Y la naturaleza serviría de proyección a los sentimientos del espectador.

El hecho de que el viajero se encuentre en el centro de la pintura, además, indica que está en posición de dominación. Sin embargo, el llevar un bastón, quizá para facilitarle la ascensión, apunta a cierta debilidad.

El viajero se encuentra solo. Todo indica que no hay otra presencia humana. Se percibe en el individuo aislamiento y soledad.

Simbolizaría, en fin, al ser humano que concibe su vida terrena (la montaña a la que corresponde la masa rocosa en primer plano) como un preludio a la vida eterna (el mar de nubes).

La postura indicaría que domina la vida de este mundo y mira al más allá con admiración esperando que le llegue una vida eterna.

Las rocas entre la montaña en la que está el viajero y el fondo simbolizarían la fe del ser humano. Las montañas del fondo representan la vida eterna futura en el Paraíso.

El mar de nubes en sí se ha entendido también como alusión a la divinidad, estando el ser humano entre la naturaleza (la montaña del primer plano) y Dios (el mar de nubes).

Otras interpretaciones aluden a que el mar de nubes representaría la inmensidad del universo frente a la pequeñez del ser humano. El ser humano no es nada ante la naturaleza, se evoca la pequeñez del ser humano frente a la naturaleza. 

La naturaleza se regenera, pero el ser humano es mortal. Se pretende transmitir el sentimiento de lo sublime, la impresión de magnificencia y sobrecogimiento que produce la naturaleza en toda su grandeza. 

El varón de espaldas parece recordar, sumido en su contemplación, a algún difunto o su propia mortalidad.

Finalmente, cabe apuntar que también se ha hecho una interpretación política y nacionalista de esa obra. En efecto, durante las guerras napoleónicas se logró cierta unificación de los estados alemanes, perdida después del Congreso de Viena Friedrich expresaría la espera de una Alemania libre y mejor. En este sentido, el caminante no sería Friedrich, sino un caído en las guerras de liberación. Por ser un símbolo político, viste la típica levita alemana, prohibida en 1818.

domingo, 6 de enero de 2013

SUEÑO: ANILLOS, MAR Y SUBE LA MAREA

  • Soñar que ve u oye las mareas, representa su necesidad emocional y espiritual de limpiarse. Así como los cambios que experimenta su moral: moral alta o moral baja.
  • Soñar que ve bajar la marea, significa que sus energías se están agotando.
  • Soñar que ve subir la marea, significa que está pletórico de energía.

sábado, 5 de enero de 2013

LA VERDAD SOBRE EL MIEDO

No le tienes miedo a la oscuridad, tienes miedo a lo que hay en ella.
No le tienes miedo a las alturas, tienes miedo a caer.
No tienes miedo al amor, tienes miedo a no ser amado.
No tienes miedo a dejar ir, tienes miedo a aceptar la realidad que ya se fue.
No tienes miedo a intentar otra vez, tienes miedo a ser lastimada por la misma razón otra vez.